viernes, 16 de abril de 2010

Monedas al aire

Hace mucho que no actualizo, lo sé, pero es que he estado muy ocupada entre el médico, mi hueso rojo y los nuevos calcetines de Laura (no he podido soportar esos colores vivos y he caído en la tentación). Pero hoy alguien necesita de mis ánimos, así que he decidido dejar a un lado mis asuntos y dedicarle esta entrada.

Os he hablado de Laura y de Fran, que son mis padres a efectos prácticos, he mencionado a Manoli y a Arturo, que son como mis abuelos, pero todavía no os he hablado de mi tía querida: Tere.

Cuando me conoció yo tenía 2 meses y llevaba 3 días en casa. Fue un fin de semana, cuando ella volvía de Madrid (un sitio demasiado grande, atestado de gente, coches y perros,  por lo que me cuenta a veces). Al entrar en casa todos la miraron con cara divertida hasta que alguien le dijo "Mira, mira lo que ha traído tu hermana". Ella se asomó a mi antigua habitación, observó un montón de pelo acurrucado en una especie de nido de peluche y exclamó un "¡Pero eso qué es! ¿un conejo?".
No voy a negar que me dolió. Yo era esa cosa peluda que se hacía la dormida... por eso las primeras zapatillas que ataqué fueron las suyas. Y sus calcetines. Y la madera y las paredes de su habitación. Y su silla de ruedas. Y su papelera... ¡pero ese no es el tema! El caso es que cuando por fin me levanté de la cama y fui a saludarla, esto es lo que vio:



Y, claro está, no opuso resistencia. Porque sí, esa es una de mis miradas tiernas con la que a partir de ahora dominaré vuestras almas... pero me vuelvo a desviar del tema.
En cuanto la conocí, supe que tendría una aliada en ella. Lo que no sabía entonces es que tendría una amiga para siempre.
Apoyó mi permanencia en la casa. Cuando me despertaba a las 6:00 a.m. con ganas de ir al baño, ella se despertaba conmigo sin refunfuñar. Corre conmigo en el patio como la que más (aunque no puede seguir mi ritmo, la pobre). Y cuando cojo el hueso rojo y tengo ganas de pelea, es ella la que me sigue el juego. Además me deja subirme a su cama (algunas veces) y me dice cosas bonitas mientras me quedo dormida.

Hoy necesita ánimos, así que la mimaré todo lo que pueda y le daré tregua a sus zapatos... Eso sí, un bocao a los papeles de la papelera no lo perdono. ¡Vamos Tere, lanza las monedas otra vez! Y a ver qué te depara de nuevo la suerte.

P.D. Un dato informativo: el collar rosa que llevo en la foto ya no me entra ni en una pata.

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